Huracán Bruce

26-11-2007 El Mundo par Pablo Gil

15.000 PERSONAS VIBRAN EN EL CONCIERTO DE MADRID

  • La banda arrancó con gran contundencia y nunca perdió su contagiosa convicción
  • Las letras de su álbum están poseídas por una angustia crónica hacia su Gobierno
  • El momento más flojo del show, con 'Devil's Arcade', 'The Rising' y 'Last to Die'
springsteen

MADRID - El año pasado, mientras Bruce Springsteen bajaba las escaleras del escenario tras su estupenda y festiva actuación con la Sessions Band en la plaza de toros de Las Ventas, alzaba los brazos y cantaba "Viva Madrid, viva Madrid..." Luego se acercó a una de las vallas que delimitaban la zona artística y miró a hurtadillas con qué cara se marchaba el público. La gente se iba encantada tras un estupendo concierto.

Este domingo en el Palacio de Deportes se repitió casi la misma escena, pero esta vez la euforia del icónico rockero se desató sobre el escenario, en un bis memorable que culminaba el arranque de la gira que realizará con The E Street Band por Europa presentando su disco 'Magic'.

Un organillo con música de verbena anunció el inicio del concierto a las 21:47, tres cuartos de hora más tarde de la hora prevista. Con todo a oscuras y sobre el griterío, se oyó un rugido que ha marcado toda la gira americana de 'Magic': "¡Hola Madrid! ¿Hay alguien vivo ahí?". El grito de guerra se repitió. La atronadora respuesta sirvió de salvoconducto a un fugaz paraíso, a un instante de gloria de 135 minutos en el que el viejo rock and roll y algunos conocidos himnos sonaron nuevos una vez más.

Las cuatro primeras canciones se sucedieron sin interrupción. Como un torrente: 'Radio Nowhere', una reinventada 'No Surrender', 'Lonsesome Day' y 'Gipsy Biker'. Ahí acababa el plan, Bruce no necesitaba más que una apisonadora para tener a los 15.000 espectadores (entre ellos los Príncipes de Asturias y la Infanta Elena) comiendo de su manaza, la misma que rasgaba acordes de granito y que bateaba el aire como si pudiera impulsar aún más fuerte sus estribillos con testosterona.

La banda arrancó con gran contundencia y nunca perdió su contagiosa convicción, esa especie de fe con la que resulta difícil no comulgar. Pero en la segunda parte del 'show' muchos de sus integrantes (en general cercanos a los 60 años de edad) perdieron fuelle, particularmente Steven Van Zandt. Estuvieron tremendos de principio a fin el otro guitarrista, Nils Lofgren (imaginativo, contundente, dominador) y la apabullante base rítmica formada por el batería Max Weinberg y el bajista Garry Tallent.

El deterioro de la E Street Band queda en todo caso bien disimulado. A sus 65 años, Clarence Clemons entra con sus saxos con la efusividad de siempre, pero se le ve muy machacado físicamente. Además, dos miembros de la Sessions Band, con la que Springsteen publicó 'We Shall Overcome' y actuó el año pasado, sustituyen con solvencia a dos históricos: Charles Giordano cubre la repentina baja del teclista y acordeonista Danny Federici; peor papeleta lleva Soozie Tyrell, violinista, guitarrista y corista que debe suplir a la señora Springsteen, Patti Scialfa.

La introducción de 'Magic' le sirvió a Bruce para leer unas líneas en español, cosa que haría hasta en cuatro ocasiones a lo largo del concierto. "En EEUU vivimos un tiempo en el que las mentiras se convierten en verdad, y las verdades se convierten en mentira", dijo. De hecho, las letras de su álbum de estudio número 15 están poseídas por una angustia crónica hacia el Gobierno de su país y hacia sus inmóviles ciudadanos. Es el flujo de una voz continuamente asaltada por fantasmas y amargura, pero que canaliza su frustración en canciones que celebran la vida.

Cantando con el empuje de un tren de mercancías y tocando la armónica como si la vida le fuera en ello, el 'Jefe' levantó el concierto con un zafarrancho de combate. Cuatro piezas mayores de finales de los 70 y principios de los 80: 'Reason to Believe', que comenzó como un blues de Muddy Waters y terminó como un 'rhythm and blues' pantanoso de Nueva Orleáns, 'Darkness On The Edge of The Town', 'Candy’s Room' y 'She’s The One', con Bruce y Van Zandt cantando el coro en un micrófono a la antigua usanza.

Al presentar 'Livin’ In The Future', Springsteen denunció, otra vez en español, "la pérdida de derechos civiles y la guerras innecesarias e ilegales" que lleva a cabo su país, por lo que dijo que lo único que quedaba era luchar contra ello.

Ya se llevaba una hora de concierto y el público, en general maduro, coreaba cada estribillo, incluso el arranque de armónica de la apoteósica 'The Promised Land'. Tras 'I’ll Work For Your Love' y 'Tunnel of Love', la parte más melosa de la noche, llegó 'Working On The Highway' y los guiños a Elvis Presley, uno de los grandes ídolos del veterano músico de New Jersey.

El momento más flojo del show, con 'Devil's Arcade', 'The Rising' y 'Last to Die', incluso tuvo sus momentos destacables. 'Badlands' marcó el final. El público de la pista era una masa nerviosa de 5.000 cabezas y 10.000 brazos al aire que coreaba en éxtasis su uoh-uoh-uoh incluso cuando la canción se acababa. Bruce alargó otro juego de compases el tema, deambulando por el pasillo más bajo del escenario -muy cercano al público— y tocando las manos de la primera fila.

En el ojo de un huracán, el bis comenzó con 'Summer Clothes', una de las mejores y más sorprendentes composiciones de 'Magic'. Dejó que el público cantara varios versos en plan karaoke, lo que no deja de tener mérito con una canción tan reciente, y se lanzó en picado a un final con todas las luces del Palacio de Deportes encendidas: 'Thunder Road' y 'Born to Run' fueron algo me-mo-ra-ble.

Siguieron 'Dancing in The Dark' y un clásico del folk llamado 'American Land', firmado por Pete Seeger y que ya aparecía en el reciente CD en directo 'Live in Dublin'. Con dos acordeones, un violín y las tres guitarras eléctricas, ese final festivo y juerguista parecía retar a The Pogues a armarla más gorda.

La despedida con los nueve miembros del grupo abrazados trajo una última sorpresa. "Gracias, Madrid, Volveremos en verano", anunció Springsteen. Así que parece que el concierto en el Camp Nou barcelonés del 19 de julio no será el único que devuelva a España el éxtasis según San Bruce.

L' Ouragan Bruce


15 000 PERSONNES VIBRENT AU CONCERT DE MADRID

  • La banda arrancó con gran contundencia y nunca perdió su contagiosa convicción
  • Las letras de su álbum están poseídas por una angustia crónica hacia su Gobierno
  • El momento más flojo del show, con 'Devil's Arcade', 'The Rising' y 'Last to Die'
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L'an passé, tandis que Bruce Springsteen descendait de scène après une prestation incroyable et festive avec le Sessions Band aux Arènes de Las ventas, il levait les bras et chantait " Viva Madrid, Viva Madrid". Ensuite, il s'est rapproché d'une des barrières qui délimitaient le coin des artistes et il scrutait avec quel visage les spectateurs s'en allaient. Le public partait enchanté après un concert incroyable.

Ce dimanche au Palais des Sports s'est répétée quasiment le même scène, mais cette fois l'euphorie de l'icône du rock s'est montrée sur scène, dans des rappels mémorables qui terminaient en apothéose le début de cette tournée avec le E Street Band en Europe pour présenter su nouveau disque "Magic".

Une musique d'orgue de Barbarie annonça le début du concert à 21H47, 3/4 heures plus tard que l'heure prévue. Dans une pénombre complète et au-dessus du brouhaha, on entendit un rugissement qui a marqué toute la tournée américaine de "Magic" : "Salut Madrid, y-a-t-il quelqu'un de vivant ici ?". Le cri de guerre se répéta. La réponse assourdisssante servit de laissez-passer à un paradis fugace, à un instant de gloire de 135 minutes dans lequel le vieux Rock and Roll et d'autres hymnes connus sonnèrent nouveaux une fois de plus.

Les quatre premiers morceaux se succèdent sans interruption. Comme un torrent : "Radio nowhere", un "No surrender" réinventé, "Lonesome day" et "Gipsy biker". Ainsi se terminait son plan, Bruce n'avait besoin que d'un rouleau compresseur pour tenir les 15000 spectateurs ( parmi eux les Princes des Asturies et l'Infante Elena ) mangeant dans sa main, la même qui grattait des accords de granit et qui battait l'air comme s'il pouvait pousser encore plus fort ses refrains à la testostérone.

Le groupe a attaqué avec une grande force et n' a jamais perdu sa conviction contagieuse, cette sorte de foi avec laquelle il n'est pas difficile de communier. Mais dans la seconde partie du concert, beaucoup de ses acolytes ( en général presque séxagénaires ) perdirent du souffle, particulièrement Steven Van Zandt. L'autre guitariste, Nils Lofgren ( imaginatif, convaincant, dominateur) et la base rythmique écrasante formée par le batteur Max Weinberg et le bassiste Garry Tallent furent énormes du début à la fin.

La détérioration du E Street Band reste en tout cas bien cachée. A 65 ans, Clarence Clemons intervient avec ses saxophones avec l'enthousiasme de toujours, mais on le voit très diminué physiquement. De plus, deux membres du Sessions Band avec lequel Springsteen a sorti "We shall overcome" et s'est produit l'an passé remplacent au pied levé deux historiques : Charles Giordano pallie l'absence soudaine du clavier et accordéoniste Danny Federici; un rôle pire pour Soozie Tyrell, violoniste, guitariste et choriste qui doit remplacer à Mme Springsteen, Patti Scialfa.

L'introduction à "Magic" permit à Bruce de lire quelques lignes en espagnol, chose qu'il répètera en quatre occasions pendant le concert. "Aux Etats-Unis, nous vivons une époque dans laquelle des mensonges se transforment en vérités et des vérités se changent en mensonges." dit-il. De fait, les paroles de son quinzième album studio sont empreintes d'une angoisse chronique envers le gouvernement de son pays et contre ces citoyens immobiles. C'est le flux d'une voix continuellement assaillie par des fantômes et de l'amertume, mais il canalise sa frustation en chansons qui célèbrent le vie.

En chantant avec l'allant d'un train de marchandises et jouant de l'harmonica comme si la vie y était dedans, le "chef" éléve le concert en un branle-bas de combat. Quatre morceaux majeurs de la fin des années 70 et du début des années 80 : "Reason to believe" qui commence comm un blues de Muddy Waters et se termine comme un "rhythm and blues" marécageux de la Nouvelle-Orléans, "Darkness on the edge of town", "Candy's room" et "She's the one", avec Bruce et Van Zandt chantant en choeur au micro comme à l'ancienne.

En présentant 'Living in the future', Springsteen dénonce, une nouvelle fois en espagnol, "la perte des droits civiques et les guerres inutiles ou illégales" que supporte son pays et pour lesquels l'unique chose à faire est de se battre contre ça.

On arrivait à une heure de concert et le public, généralement adulte, reprenait en choeur chaque refrain, y compris l'intro à l'harmonica du triomphal 'The promised land'. Après 'i'll work for your love' et 'Tunnel of love', la partie la plus mielleuse de la soirée, vint 'Working in the highway' et les clins d'oeil à Elvis Presley, une des grandes idôles du vétéran musicien du New Jersey.

Le moment le plus faible du concert avec "Devil's Arcade", "The Rising" et "Last to die" a même eu ses moments remarquables. 'Badlands' marqua le final. Le public de la fosse était une masse nerveuse de 5000 têtes et 10000 bras en l'air qui reprenait en extase son uoh-uoh-uoh y compris quand la chanson était terminée. Bruce la rallongea de quelques mesures, se promenant sur le devant surbaissé de la scène - très proche du public- et touchant les mains du premier rang.

Dans l'oeil d' un ouragan, les rappels commencèrent par 'Girls in their summer clothes', une des meilleures et plus surprenantes compositions de 'Magic'. Il laissa le public en chanter quelques vers version karaoké, ce qui est méritoire avec une chanson si récente, et il se lança d'une traite dans un final toutes lumières allumées dans le Palais des Sports : 'Thunder road' et 'Born to run' furent quelque chose de mé-mo-ra-ble.

S'ensuivront 'Dancing in the Dark' et un classique du folk appelé "American land', signé de Pete Seeger et qui est apparu récemment sur le CD en public 'Live in Dublin'. Avec deux accordéons, un violon et trois guitares électriques, ce final festif et chahuteur paraissait lancer un défi aux Pogues en étant mieux armé.

Les adieux avec les 9 membres du groupe se donnant l'accolade amena une dernière surprise. "Merci Madrid, nous reviendrons pendant l'été", annonça Springsteen. Ainsi le concert du Camp Nou barcelonais du 19 juillet ne sera pas le seul qui ramène en Espagne l'extase selon Saint Bruce.

Merci à Jean François !

 
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